Cuando Daniel era echado en el foso de los leones, en su mente debieron haber resonado las palabras del rey Darío: “El Dios tuyo, a quien tu continuamente sirves, el te libre” (Daniel 6:16). Aun en una situación tan espantosa, Daniel no vacilo presto en su fe. La mañana siguiente, el rey Darío vio que Daniel estaba ileso, y escucho de el estas palabras “Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerro la boca de los leones, para que no me hicieran daño” (vv.21:22). Como había podido sobrevivir pudiéramos suponer que los leones no tenían hambre. Pero los historiadores dicen que los animales utilizados para tales ejecuciones no eren alimentados durante varios días para asegurarse de que el acusado muriera. Sin embargo, el destino se Daniel nunca estuvo en manos de hombres. Su vida le pertenecía al Señor, y allí residía la victoria. Daniel sobrevivió porque tenía puesta su confianza en Dios, y su fe en las promesas del Señor.
Dios sabe cuando nosotros, al igual que Daniel, necesitamos valor, dirección y esperanza. Es por eso que el Señor nos da promesas espsificas en su Palabra: para que podamos entender su naturaleza y confianza en El. No se trata de “nombrar y recibir” una bendición; las promesas deben estar acompañadas de nuestras oraciones y de nuestra pasión de conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas. En realidad, reclamar las promesas de las Escrituras sin la dirección de el Espíritu Santo, puede llevar a decepciones, desilusiones y frustraciones.
La Biblia es una brújula, una guía y un libro de instrucciones para la vida. A nadie se le ocurría hacer un postre sin una receta o armar un motor sin un manual. De la misma manera que dependemos de instrucciones en el trabajo o en la cocina, debemos se usar la palabra de Dios como nuestra guía y fuente de sabiduría, verdad y confianza, ya que sus promesas son fundamentales para nuestro bienestar espiritual. En los tiempos de Daniel, Dios hablaba por medio de visiones, sueños y, a veces, con voz audible. Hoy lo hace principalmente atreves de Su Palabra. Si somos fieles a los mandamientos de la Biblia e interpretamos sus pasajes de acuerdo con su contexto, las promesas de Dios se cumplirán, y no seremos decepcionados.
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