Un Plan Perfecto
Juan Alberto Echeverry
¿De dónde surgió la idea del matrimonio?
El ser humano nació para ser pareja, y por ese
medio alcanzar la verdadera realización de la vida. La pareja es compañía,
apoyo moral, físico y espiritual; realización sexual, es matriz de una familia,
es calor en el invierno, frescura en el verano y refugio en la tempestad. La
pareja es el equilibrio, es grandeza; es solidez y tenacidad.
La perfecta idea del matrimonio nació de Dios,
se complementa con Dios y tiene su fin en Dios:
“Luego, Dios el Señor dijo: No es bueno que
hombre esté solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él. Y
Dios el Señor formó de la tierra todos los animales y todas las aves, y se las
llevó al hombre para que le pusiera nombre.
El hombre les puso nombre a todos los animales
domésticos, a todas aves y a todos los animales salvajes, y ese nombre se les
quedó. Sin embargo, ninguno de ellos resultó ser la ayuda adecuada para él.
Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y mientras
dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra vez la carne. De esa
costilla Dios el Señor hizo una mujer, y
se la presentó al hombre, el cual, al verla, dijo: “¡ésta sí que es de mi
propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar ‘mujer’ porque Dios la
sacó del hombre. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a
su esposa y los dos llegan a hacer como una sola persona. Tanto el hombre como
la mujer llegan a ser como una sola persona. Tanto el hombre como su mujer
estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentían vergüenza de estar así (Gén.
2, 18-25)”.
Observemos el siguiente texto:
“Cuando Dios creó al hombre, lo creó parecido a
Dios mismo; hombre y mujer los creó, y les dio su bendición: tengan muchos,
muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves,
y a todos los animales que se arrastran. (Gén. 1, 27-28)”.
Así que si Dios creó al hombre y mujer y dijo
que eran parecidos Dios mismo, quiere decir que un hombre perfecciona su
parecido a Dios estando con su mujer, léase bien este texto: Cuando Dios creó
al hombre, lo creo parecido a Dios mismo; hombre y mujer los creo. Lo cual hace
que la semejanza a Dios se magnifique cuando se hace pareja. Con esto no quiero
decir que cuando un hombre no se casa, entonces no se parece a Dios, porque
espiritualmente en el caso del trabajo por el reino de los cielos o el
sacerdocio se convierten en un
matrimonio, cuya comunidad es la esposa; y a demás porque nuestro Señor nos
aclaró que hay diversos llamados, unos al matrimonio y otros para la Iglesia.
No obstante, cuando una pareja se une en matrimonio, se completa la razón que
Dios tenia para crearlos hombre y mujer.
Aclaro
que Dios nos creo en pareja, para vivir siempre en pareja, para que fuéramos
una ayuda idónea el uno para el otro; tanto para que el hombre se maraville con
su mujer, como para que la mujer sea una ayuda idónea para el hombre.
Existe un hermosísimo texto en la palabra que s
alienta a vivir en pareja y a sacar el mayor de los provechos en esta
extraordinaria idea de vida:
“Mas
valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de
ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá
quien lo levante! Además, si dos se acuestan juntos, uno a otro se calientan;
pero uno solo, ¿Cómo va a entrar en calor? Uno solo puede ser vencido, pero dos
podrían resistir. Y además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente
(Ecle. 4, 9-12)”.
Cuando en un matrimonio no se soportan el uno
al otro, es porque existen varios problemas sobre los cuales profundizare más a
delante, dentro de los que se encuentran: egoísmo, falta de comunicación, falta
de sanación de recuerdos, perdida del objetivo de ser como una sola carne,
intolerancia y objetivos de vida
diferentes.
Por eso nos dice la Palabra:
“¡Dichoso el esposo de una mujer buena: vivirá
el doble! Una mujer ejemplar hace prosperara su marido y le alegra los anos de
su vida. ¡Qué buena suerte es encontrar une buena mujer! Es un regalo que Dios
da a quienes lo respetan (Ecle. 26, 1-3)”.
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