El caminar por la senda estrechaCómo ser verdaderamente exitosos a los ojos de Dios |
Por Charles F. Stanley
Cuando su vida haya terminado, y esté delante del Creador para rendir cuenta de cómo vivió, ¿qué le dirá? ¿Que trabajó duro, que tuvo una casa hermosa, y que llevaba a su familia a tomar vacaciones maravillosas? ¿O que le sirvió sin demora y obedientemente, tratando de ser como Jesús en todo lo que decía y hacía?
Después que muramos, todos nuestros logros serán puestos delante del Señor para ser evaluados. En ese momento, no importará cuántos elogios haya usted recibido, ni qué tan lejos llegó en su profesión, ni cuánto dinero acumuló. Lo único que importará será lo que Dios piense en cuanto a cómo usó usted sus talentos, dones y oportunidades que Él le dio.
La Biblia está llena de sabios consejos que, si se ponen en práctica, pueden llevar a la prosperidad terrenal. Sin embargo, lo importante es si su deseo principal es seguir al Señor o lograr la prosperidad terrenal. Cuando alguien se dedica a Cristo y anda en obediencia a Él sin importar las consecuencias, puede tener éxito tanto en el mundo como a los ojos de Dios.
Los primeros pasos
El Salmo 1 brinda una descripción de cómo caminar por la senda estrecha del éxito según Dios, siguiendo ciertos principios bíblicos diariamente. Usted puede comenzar a practicarlos ahora mismo, con la ayuda del Espíritu Santo.
Tenga cuidado con sus relaciones: El primer versículo del salmo tiene que ver con las relaciones, y recomienda evitar tres cosas si queremos agradar a Dios.
No ande en consejo de malos. Nunca seremos verdaderamente exitosos si buscamos la dirección de quienes no conocen al Señor. Esto se aplica a todos los aspectos de la vida: los negocios, las finanzas, las relaciones, y todo lo demás. El título impresionante de alguien o su amplia experiencia, no son ninguna garantía de que su consejo sea bueno. Incluso, debemos tener cuidado en cuanto a aceptar la guía de otros cristianos, porque no todos los creyentes son espiritualmente maduros y sabios. Su consejo puede ser, en realidad, más carnal que espiritual. La única manera de proteger nuestro caminar, es comparar todo consejo que recibamos, con lo que dice la Biblia. Si hay alguna contradicción, ignore ese consejo, porque no le conducirá donde el Señor quiere que vaya.
No ande en camino de pecadores. Aunque es posible que tenga que vivir o trabajar con quienes están en un mal camino, usted no tiene que participar en sus prácticas. Cuando los demás le inciten a transigir y a hacer lo que usted sabe que está mal, no tenga temor de estar solo en el camino de Dios. Estamos llamados a ser luz del mundo, no a mezclarnos con sus tinieblas. El Señor nos pone en medio de incrédulos, para que puedan ver al Salvador en nosotros (Mt 5.14-16). Si Dios quiere prosperarlo en su lugar de trabajo, Él lo hará a su propia manera y en su tiempo.
No se siente en silla de escarnecedores. Si usted se está preguntando quiénes son los escarnecedores, simplemente prenda su televisor. El mundo está lleno de personas que se burlan de Dios, de su pueblo, y de su Palabra. Atacan con un lenguaje grosero, o descalifican con su razonamiento intelectual. Los creyentes nunca deben sentirse a gusto entre ellos. A pesar de que estamos llamados a ser testigos de Cristo en un mundo perdido, es prudente que tracemos líneas de protección para no ser influenciados negativamente o engañados.
Conságrese a la Palabra de Dios: El Salmo 1.1 menciona las cosas que no deben hacerse, pero el versículo 2 nos dice qué prácticas positivas debemos incorporar a nuestras vidas para poder realmente tener éxito.
Deléitese en la ley de Dios. A la persona que se deleita en la Palabra no le hace falta que le digan que la lea, porque tendrá anhelo de ella. La Biblia tiene riquezas asombrosas para quienes estén dispuestos a dejar que la verdad divina sature sus corazones. Ésta revela al Señor, renueva la mente, aumenta la fe y satisface el alma. Pero si la descuidamos, viviremos como mendigos espirituales, siempre con hambre, y nunca satisfechos.
Medite en la Palabra de Dios día y noche. La meditación bíblica es la práctica de dejar que la Palabra empape nuestras almas y cambie nuestras vidas. Consiste en reflexionar acerca de lo que un pasaje en particular le está diciendo; sin buscar información, sino aplicación personal. La meditación es interactiva, porque mientras usted está leyendo y pensando en los versículos, también está hablando con el Señor y haciéndole preguntas. Cuando yo medito en un pasaje, normalmente le pregunto a Dios lo siguiente:
- ¿Mencionan estos versículos algunas advertencias o cosas que debo evitar?
- ¿Hay aquí una verdad que necesito entender?
- ¿Ha prometido Dios algo que todavía no he creído?
- ¿Hay algunas bendiciones que Dios quiere que yo disfrute?
La clave para meditar en la Biblia es la perseverancia y la paciencia. Hay un tesoro enterrado en la Palabra de Dios, pero quienes escarban solamente la superficie jamás lo encontrarán. Si usted desea tener una vida realmente exitosa, debe hacer que esto se convierta en una práctica regular de su rutina diaria. Leer rápidamente un capítulo cada mañana no avivará un deseo por la Palabra de Dios, ni producirá la transformación que el Señor quiere lograr en su vida.
Las recompensas del éxito
Si usted cuida fielmente sus relaciones con otras peronas, y hace que la Palabra de Dios sea la prioridad, podrá esperar resultados maravillosos. Salmo 1.3 describe un cuadro hermoso de la vida cuando la persona ha decidido seguir el camino del Señor.
Un fundamento firme: “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas”. Si usted sigue los preceptos de Dios, tendrá estabilidad, no importa los problemas que enfrente en la vida. Aunque rujan y azoten los vientos de la tormenta, podrá mantenerse firme porque sus raíces están alimentadas por la corriente eterna de la vida de Cristo que fluye en usted. El mundo y sus placeres no ofrecen nada en comparación con la paz, el gozo y la seguridad de conocer a Jesucristo.
Un fruto abundante: “Será como árbol… que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae”. El éxito verdadero no se mide por las cosas sino por el fruto. Cristo dijo a sus discípulos que la única manera como podían ellos dar fruto, era permaneciendo en Él (Jn 15.4). Todos nuestros logros no servirán de nada si no dejamos que Cristo viva a través de nosotros. Cuando su Espíritu que mora en nosotros transforma activamente nuestro carácter y nos prepara para que realicemos lo que Él nos ha llamado a hacer, seremos como árboles que producen una cosecha continua. Solo hay dos opciones en la vida: Podemos vivir para nosotros mismos y producir “tamo que arrebata el viento” (v. 4), o fruto duradero que glorifica a Dios y contribuye al bien de los demás.
Una prosperidad genuina: “Y todo lo que hace, prosperará”. Tenemos que deshacernos de la idea de que la prosperidad es sinónimo de riquezas, prestigio o fama. Estas cosas no son señales verdaderas de éxito desde la perspectiva divina. Lo importante es obedecer la voluntad de Dios, y glorificarlo en todas las cosas.
El Señor le capacitará para que se convierta en una persona verdaderamente exitosa, si se lo permite. Pero debe recordar que hay dos clases diferentes de prosperidad: espiritual y material. La prioridad de Dios es siempre la espiritual. ¿Qué clase de éxito está buscando usted? Está en el buen camino si su amor al Señor y a su Palabra va en aumento, si su carácter es cada vez como el de Jesús, y si su meta en la vida es andar en la voluntad de Dios. Donde sea que se encuentre en ese camino, ya sea al comienzo o en algún punto intermedio, enfóquese en Cristo y manténgase caminando con Él.
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